La Lógica Bloqueada

La Lógica Bloqueada: Cómo las Emociones Reprimidas Afectan tu Cerebro y tu Cuerpo

En situaciones de alto impacto emocional, todos hemos tenido pensamientos o reacciones que, más tarde, no podemos explicar racionalmente. Esto no es un error de carácter ni de voluntad. Es biología. Gracias a los avances en neurociencia, hoy comprendemos mejor por qué una emoción reprimida puede nublar nuestra capacidad lógica y cómo el cuerpo se convierte en el archivo silencioso de lo que la mente no pudo procesar.

Cuando la emoción toma el control: se apaga la razón

En momentos de crisis —un accidente, una traición, una pérdida—, el cerebro entra en un modo de supervivencia. El sistema límbico, encargado de gestionar las emociones, especialmente el miedo y la agresión, toma el control. Al mismo tiempo, se reduce la actividad del córtex prefrontal, la región encargada del pensamiento lógico, la planificación y la toma de decisiones racionales.

Este fenómeno es conocido como “secuestramiento amigdalino” (amygdala hijack), y explica por qué, en momentos de alta carga emocional, perdemos claridad mental. No estamos pensando: estamos reaccionando.

El cuerpo guarda lo que no se expresa

Los estudios de neuropsicología y psiconeuroinmunología han demostrado que las emociones no expresadas se convierten en cargas fisiológicas. Cuando reprimimos una emoción —por ejemplo, el llanto contenido, el enojo silenciado o el miedo no verbalizado—, esa energía no desaparece: se redistribuye en el cuerpo.

Áreas como el diafragma, el estómago, los hombros, el cuello o la mandíbula acumulan tensión crónica, que a menudo está relacionada con eventos emocionales pasados. En muchos casos, estas tensiones surgen a partir de un dolor físico experimentado simultáneamente con la emoción reprimida: una caída, un golpe, una operación, una enfermedad, etc.

El sistema fascial, una red de tejido conectivo que recubre todo el cuerpo, está íntimamente ligado al sistema nervioso y actúa como soporte físico de la memoria emocional.

La emoción reprimida interfiere con la percepción y el pensamiento

Cuando una emoción queda grabada en el cuerpo sin ser procesada, no desaparece con el tiempo. Por el contrario, puede activarse de nuevo —incluso años después— al reencontrarnos con una situación similar. Esto se llama reactivación somatoemocional.

Al producirse esta reactivación:

  • Se disparan señales desde el cuerpo al cerebro (neurocepción).
  • El sistema nervioso interpreta que estamos en peligro.
  • Se desactiva la función lógica nuevamente.
  • Reaccionamos como si el pasado estuviera ocurriendo en el presente.

Este mecanismo explica por qué muchas personas quedan atrapadas en patrones de reacción repetitivos, sin lograr responder con libertad o pensamiento claro.

Liberar para pensar: el cuerpo como vía de sanación

Los enfoques terapéuticos actuales —como la neurociencia somática, la integración somatoemocional, el mindfulness corporal, la terapia cráneo-sacral y, la terapia fascial,  coinciden en una verdad fundamental:

La lógica y el pensamiento claro se restauran cuando la emoción atrapada encuentra su cauce.

Mover el cuerpo con conciencia, liberar tensiones crónicas, permitir la expresión emocional (incluso sin palabras), tiene efectos comprobados en:

  • El equilibrio del sistema nervioso autónomo.
  • La recuperación del control cortical superior (córtex prefrontal).
  • La mejora en la toma de decisiones, la creatividad y el estado de ánimo.

Conclusión: pensar bien es también sentir bien

La lógica no es un proceso mental aislado. Está profundamente ligada a cómo nuestro cuerpo siente, procesa y libera emociones. Si el cuerpo está tenso, la mente está ocupada. Si la emoción está reprimida, la lógica está bloqueada.

Sanar no es solo entender lo que nos pasa, sino reconectar con el cuerpo y liberar lo que quedó atrapado. Así, el pensamiento vuelve a ser libre, y la vida recupera su claridad.

“El cuerpo es el primer cerebro emocional. Solo cuando lo escuchamos, la mente puede pensar en paz.”

Meditación Guiada

Meditación Guiada: El Cuerpo Recuerda

Duración sugerida: 15 a 20 minutos
Objetivo: Reconectar con el cuerpo, identificar una zona afectada por una experiencia pasada (golpe, tensión o trauma), y descubrir qué emoción o creencia quedó grabada allí para iniciar un proceso de liberación.

Inicio: Preparación y aterrizaje

Siéntate o recuéstate en un lugar tranquilo. Asegúrate de estar cómodo. Cierra los ojos suavemente y lleva tu atención a la respiración.

Inhala… profundo…
Exhala… lento…
Siente cómo tu cuerpo comienza a entregarse a este momento.
No hay nada que hacer. Solo estar. Solo sentir.

Haz tres respiraciones más, profundas y conscientes.
Con cada exhalación, suelta un poco más la tensión, las expectativas, los pensamientos.

Exploración corporal

Vamos a recorrer el cuerpo con atención amorosa.

Empieza por los pies.
Siente tus dedos, tus plantas, tus talones.
¿Hay calor, frío, cosquilleo, dolor?
Solo observa.

Sube a los tobillos, pantorrillas…
Siente el peso de tus piernas sobre el suelo.
¿Hay tensión, liviandad, rigidez?

Pasa por las rodillas, los muslos, la pelvis.
Permítete respirar hacia cada zona.
Si sientes algo, quédate unos segundos más allí.

Llega al abdomen. Observa si está relajado o contraído.
Nota si respiras libremente o si algo detiene el movimiento.

Sigue por el pecho, los hombros, los brazos, las manos…
Recorre el cuello, el rostro, la mandíbula.
¿Hay alguna parte que te llama la atención? ¿Un nudo, un peso, un vacío?

Encuentra la zona golpeada o traumatizada

Ahora vuelve a recorrer el cuerpo más lentamente.

Esta vez, busca una zona específica donde hayas recibido algún golpe, cirugía, tensión crónica o experiencia dolorosa.

Tal vez lo recuerdes claramente… o tal vez solo la sensación te guíe.

Cuando encuentres ese lugar, detente ahí.
Coloca tu atención como si pudieras mirar dentro.

Respira hacia esa zona… suave, profundo, sin forzar.

Explora lo que quedó grabado

Ahora pregúntate, desde la calma:

  • ¿Qué sentí en ese momento?
  • ¿Qué pensé de mí, del mundo o de la vida cuando eso ocurrió?
  • ¿Qué me prometí en silencio para no volver a sufrir?

Tal vez surja una frase, una imagen, una emoción.
Tal vez solo un suspiro, una lágrima, un estremecimiento.

Permítelo.
No necesitas entenderlo con la mente. Solo dale espacio.

Si descubres una creencia —como “no soy suficiente”, “debo resistir”, “no debo confiar”—* repítela mentalmente una vez. Luego di en voz interior:

“Te reconozco. Ya no te necesito. Gracias por protegerme. Hoy elijo soltar.”

Liberación suave

Lleva una o ambas manos sobre esa zona del cuerpo.
Imagina que tu respiración es una luz cálida que entra, suaviza y libera.
Respira profundo. Exhala por la boca con sonido si lo necesitas.

Siente que ese lugar se ablanda, se ilumina, se aligera.
No es necesario forzar nada. Solo acompañar el proceso.

Puedes repetir mentalmente:

“Libero este recuerdo. Suelto esta emoción. Recupero mi espacio, mi energía, mi claridad.”

Cierre

Vuelve a recorrer el cuerpo completo.
Siente cómo está ahora.
¿Hay más espacio? ¿Más presencia?
¿La respiración fluye diferente?

Agradece a tu cuerpo por recordar.
Agradece a tu conciencia por escuchar.
Y cuando estés listo, haz una respiración profunda…
Y abre lentamente los ojos.